Tierra plana: el mundo en la mente de los antiguos #2

Pyhtagoras
Retrato de Pitágoras
Artista: André Thévet, 1584, Es vrais portraits et vies des hommes illustres grecz, latins et payens (Retratos y vidas reales de hombres ilustres griegos, latinos y paganos), Pintura original conservada en: Gallica (Biblioteca Nacional de Francia)

La Tierra en la mente de los antiguos

En las civilizaciones antiguas de la humanidad, la forma de la Tierra siempre fue objeto de curiosidad. Durante gran parte de la antigüedad, las personas desconocían por completo las ciencias naturales. Cuando comenzaron a adquirir conocimientos en esta área, surgieron opiniones generalizadas que buscaban comprender los fenómenos naturales dentro de contextos religiosos y mitológicos. Las ideas de las personas sobre la forma de la Tierra solían estar moldeadas por explicaciones basadas en creencias religiosas. Como aún no habían descubierto el mundo entero, la gente percibía la existencia como limitada al mundo que habitaban. Por lo tanto, creían que tanto ellos como la Tierra estaban directamente conectados con Dios. Esto dio lugar a variaciones en las opiniones sobre la Tierra plana, que diferían de una región a otra según las creencias religiosas dominantes.

La Tierra en el antiguo Egipto

En el antiguo Egipto, las ideas de la gente sobre la Tierra estaban influenciadas por sus creencias en los dioses Shu, Geb, Nun y Nut. Pensaban que el universo era una superficie plana. Esta superficie plana había surgido de Nun, las aguas primigenias del infinito. Creían que la Tierra era una isla, personificada como el dios Geb (el dios de la tierra). Por encima de él estaba Nut, la diosa que formaba el cielo en una posición arqueada. El cuerpo de Nut estaba lleno de estrellas y se extendía a lo largo de Geb. Shu (el dios del aire) se encontraba entre Nut y Geb, separando el cielo de la tierra. Se creía que el dios del sol Ra viajaba diariamente a través del cuerpo de Nut: durante el día a través del cielo y durante la noche a través del inframundo.
En resumen, los egipcios pensaban que los dioses de la tierra, el agua y el aire eran los componentes físicos del universo. Creían que no solo la Tierra, sino todo el cosmos, era plano, y que la Tierra no era más que una isla dentro de él.

La Tierra en la Antigua Grecia

A diferencia de otras civilizaciones antiguas, los griegos mostraban un gran interés por las ciencias naturales, incluida la astronomía. Como resultado, los filósofos de la época desarrollaron diversas ideas sobre la Tierra. Al mismo tiempo, las narraciones mitológicas también contenían puntos de vista sobre el mundo.
En la mitología, la Tierra (Gaia) se personificaba como una diosa, la fuente de toda la vida y la naturaleza. El cosmos se encontraba inicialmente dentro del Caos (vacío ilimitado). Gaia (la Tierra) emergió de este caos, sobre el que se asentaron los demás elementos. En las cosmogonías griegas (como la Teogonía de Hesíodo), la Tierra se concebía como una superficie vasta y fija. En los mitos, la Tierra se imaginaba a veces como un disco plano rodeado por Océano, representado como un río que circundaba el mundo. El cielo se imaginaba como una cúpula que se elevaba sobre Gaia, a veces sostenida por dioses, por ejemplo, el mito de Atlas llevando el cielo.

La visión de Tales sobre la Tierra se asemejaba a esto. Según él, la Tierra era como un disco plano que flotaba sobre el agua. El agua era el elemento fundamental de todo. La Tierra descansaba sobre una masa infinita de agua y no se hundía debido a su densidad.

Anaximandro, discípulo de Tales, sostenía que la Tierra tenía forma cilíndrica, suspendida en el vacío, sin ningún soporte. La gente vivía en la superficie plana superior de este cilindro.

Anaximenes, otro filósofo, creía que la Tierra era plana y estaba rodeada de aire. También consideraba que la Tierra era una superficie plana, pero hacía hincapié en el «aire» como elemento que la sostenía.

En los siglos VI-V a. C., Pitágoras y sus seguidores difundieron la idea de que la Tierra era esférica. Para ellos, la esfera era la forma geométrica más perfecta del universo, por lo que la Tierra también debía ser una esfera.

Platón describió la Tierra como una esfera perfecta. En su obra Timeo, argumentó que cuando Dios creó el mundo, eligió la forma más perfecta posible: la esfera.

Aristóteles también sostenía que la Tierra era esférica, y respaldaba esta afirmación con observaciones: durante los eclipses lunares, la sombra de la Tierra era siempre redonda; las estrellas visibles en el cielo cambiaban dependiendo de si se viajaba hacia el norte o hacia el sur; y todas las observaciones prácticas en la Tierra apuntaban a una forma esférica.

Parménides, por su parte, sostenía que el cosmos y la Tierra eran un todo único e inmutable. Aunque no describió directamente la forma de la Tierra, su cosmología se alineaba con el concepto de esfera.

La Tierra en las creencias aztecas

Según los aztecas, la Tierra formaba parte del cosmos y no era una entidad independiente. Consideraban la Tierra como un plano dentro de un universo de múltiples capas. La Tierra (Tlalticpac) se imaginaba como una superficie plana dividida en cuatro direcciones: norte, sur, este y oeste. Estas direcciones tenían un significado tanto cósmico como religioso. La Tierra tenía forma de cuatro puntos cardinales y un centro. El centro se consideraba el axis mundi, el eje del mundo, donde los dioses descendían del cielo a la Tierra y donde se abrían pasajes al inframundo.

La cosmología azteca sostenía que el mundo había existido en cinco eras sucesivas (o «ciclos solares»). Los cuatro primeros mundos fueron destruidos cada uno por una catástrofe diferente. Tras estas destrucciones, los aztecas se referían a su propia era como el «Quinto Sol». Creían que el Quinto Sol también estaba destinado a la destrucción. Para preservar el orden cósmico, creían que tenían que ofrecer continuamente sacrificios a los dioses, asegurando la continuación del viaje del sol y el equilibrio del mundo.

Para los aztecas, la Tierra y el cosmos eran seres vivos. La Tierra (Tlaltecuhtli), el agua (Chalchiuhtlicue), el fuego (Xiuhtecuhtli) y el aire (Ehecatl) estaban personificados como dioses. Estos elementos se consideraban tanto físicos como sagrados. La Tierra no era solo piedra y suelo, sino un organismo sagrado y vivo. Se encontraba entre el inframundo y el cielo. El universo se dividía en tres reinos principales: los cielos (13 cielos superpuestos), la Tierra (la superficie plana) y el inframundo (Mictlán, con 9 niveles).
En resumen, los aztecas veían la Tierra como un plano plano rodeado por el océano.

La Tierra en la antigua China

En la antigua China, se creía que la Tierra (Di, 地) era una superficie plana. Para los chinos, la Tierra formaba un todo junto con el cielo (Tian, 天). El cielo se imaginaba como una cúpula, como una gran campana que cubría la Tierra. La Tierra era fija e inmóvil, mientras que el cielo estaba en movimiento. El cosmos se componía de dos elementos principales: el «Cielo» y la «Tierra». Predominaba una cosmovisión geocéntrica. Las tierras chinas se consideraban el «centro del mundo». La Tierra era un plano dividido en cuatro puntos cardinales y un centro, que estaban conectados con las fuerzas naturales y el orden cósmico. El concepto de los Cinco Elementos (Wu Xing: madera, fuego, tierra, metal y agua) explicaba el funcionamiento del universo y la Tierra. Para los chinos, la Tierra no era solo una superficie física, sino parte de un organismo cósmico vivo. En la antigua China, la Tierra era plana y estable, con la cúpula arqueada del cielo sobre ella, todo funcionando en un sistema cósmico armonioso.

La Tierra en las creencias incas

En la civilización inca, la Tierra (Kay Pacha) se aceptaba como un plano horizontal y plano. La Tierra estaba organizada a través de una red universal de ceque y líneas sagradas (líneas ley) que conectaban los lugares sagrados (huacas). Tanto el cosmos como la Tierra se consideraban vivos y sagrados. Se rendía gran reverencia a la Madre Tierra (Pachamama). Al igual que muchas civilizaciones antiguas, los incas daban gran importancia a las cuatro direcciones (norte, sur, este y oeste) y dividían el mundo en consecuencia. Creían en un eje sagrado (axis mundi) en el centro del universo, a menudo representado por montañas sagradas (apus) o ciudades santas (como Cusco). Los incas dividían el cosmos en tres reinos: Hanan Pacha (el mundo superior/cielo), Kay Pacha (el mundo presente/el reino en el que vivimos) y Ukhu Pacha (el inframundo).

La Tierra en las creencias mayas

Para los mayas, la Tierra se imaginaba como un plano horizontal con cuatro direcciones. Se pensaba que este plano descansaba sobre una superficie parecida al caparazón de una tortuga o un cocodrilo. En el centro de la cosmología maya se encontraba el «árbol del mundo» (wacah chan o yaxche), el eje del universo.

Los mayas dividían el cosmos en tres capas principales: los cielos (13 niveles), la Tierra (el mundo que habitamos) y el inframundo (Xibalba, con 9 niveles). Estos tres reinos estaban conectados por el árbol del mundo. Sus raíces se extendían hasta el inframundo, su tronco atravesaba el plano terrenal y sus ramas llegaban hasta los cielos.

Para los mayas, los cuatro puntos cardinales eran sagrados y se asociaban con colores: norte (blanco), sur (amarillo), este (rojo) y oeste (negro). También había un centro (verde). Cada dirección estaba vinculada a dioses, símbolos y fuerzas naturales específicos.

Para los mayas, la Tierra y la naturaleza eran seres vivos. Las montañas, los ríos, los lagos y los árboles contenían espíritus sagrados. El maíz ocupaba un lugar central en la cosmología maya, y creían que los seres humanos habían sido creados a partir del maíz.

En la cosmovisión maya, el tiempo se percibía de forma cíclica. Sus complejos sistemas calendáricos se utilizaban para seguir y predecir los ciclos cósmicos. El pasado y el futuro interactuaban constantemente con el presente. Los antepasados y los dioses eran considerados fuerzas activas en el mundo contemporáneo.

En resumen, los mayas veían la Tierra como un plano horizontal de cuatro esquinas, que a menudo se pensaba que descansaba sobre el lomo de una tortuga o un cocodrilo. En su centro se encontraba el sagrado «árbol del mundo», que conectaba las tres capas del cosmos: los cielos, la Tierra y el inframundo.


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Kaynakça

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